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Kawaii y el secreto de los gatos para gobernar Internet

Cada uno encuentra refugio donde puede. En cuanto empezó la cuarentena, me refugié en dos cosas. Una fue seguir cuentas de instagram de gatos gordos. Era una cosa que ya hacía, pero durante ese tiempo fue más intenso: hubo un par de semanas inolvidables en las que el inicio de mi instagram estaba compuesto únicamente de videos y fotos de cute cats. La segunda fue hacer cursos de forma frenética. Entre otros hice uno de cultura popular japonesa desde los 60 ‘s. Pensé que eran dos cosas que no tenían nada que ver entre sí, hasta que en el curso se abordó el concepto de kawaii, fundamental para entender el Japón contemporáneo.

Hello Kitty y Pikachu, dos de los productos culturales japoneses más conocidos en Occidente, son ejemplos de kawaii. Es un término que se usa para describir cosas bonitas, tiernas, cute. Una estética de lo ingenuo, lo infantil, sin género o edad. En Japón, la palabra tiene connotaciones de timidez, vergüenza, vulnerabilidad, cariño o amor. Un bebe puede ser kawaii, pero también lo puede ser las flores o animales chiquitos o alguien sonrojado o cualquier cosa: el punto es que es una estética, un motor con la capacidad de convertir cualquier cosa en kawaii. Es ultraprocesar un objeto cualquiera hasta hacerlo familiar, dulce. Nacido en los 70 ‘s, el boom de lo kawaii coincidió con la explosión económica de Japón en los 90’ s. Al mismo tiempo que exportaba productos Nissan, Mitsubishi o Nintendo, Japón empezó a exportar productos kawaii a través de un caballo de Troya perfecto: Hello Kitty.

En su libro The Power of Cute, Simon May señala un par de cosas acerca del significado de lo kawaii. Lo primero es que las dos bombas atómicas que recibió Japón en la segunda guerra, que lo transformaron de potencia del Eje a capital mundial kawaii, tenían un nombre definitivamente kawaii: Little Boy y Fat Man. Lo segundo es una dualidad que yace en el núcleo de la estética. Lo kawaii tiene rasgos de vulnerabilidad y debilidad, pero también de lo siniestro. Los personajes kawaii tienen anomalías, deformidades en su aspecto bonito. Si se mira bien, Hello Kitty no tiene boca. En psicología existe el término cute agression, que describe un comportamiento agresivo superficial causado por algo cute, como un bebé, o un cachorrito. La persona tiene el impulso de pellizcar, apretar o morderlo: el “me lo como” de alguien que ve un bebé cachetón.

Los gatos gordos resumen perfectamente el espíritu kawaii. En Instagram hay un culto: páginas como Round Boys, This Cat is Chonky o Chonky Cat Vids superan las decenas de miles de seguidores. We rate chonks incluso hace una votación y selecciona el gato gordo del mes. La síntesis entre obesidad felina y kawaii aparece en Pusheen, un personaje de cómic derivado en sticker de redes sociales: una gata gris redonda y simpática que se mete en cajas, come, y otras cosas. Como lo kawaii, detrás del aspecto adorable y cute de los gatos gordos hay una dimensión siniestra: diabetes, enfermedades cardiovasculares, etcétera. Por eso, la mayoría de gatos gordos famosos en Instagram están a dieta. Las páginas prohíben el fat shaming en los comentarios: se entiende que los dueños tienen a los gatos a dieta, como un Cuestión de peso felino.

A esta altura, lo kawaii es un fenómeno que domina el mundo desde la virtualidad (en forma de emojis expresivos, o de filtros de instagram), y que se derrama también en otros tipos de discurso (las frases positivas, por ejemplo, pueden pensarse como un derivado ideológico de lo kawaii). Y en el centro de este mundo imperio kawaii, se ubican los gatos gordos, enormes y gloriosos como divinidades egipcias.

Juan Ignacio Sapia nació en Lomas de Zamora pero vive en Barcelona. Escribió muchas cosas diferentes: discursos políticos, informes de marketing, botones de aplicación, reseñas de películas y monopatines eléctricos, un libro de cuentos. De vez en cuando, escribe perfiles de celebridades random en su Medium.