Truman Mag

Revista de Ideas

Ficción

Los embajadores de la luna

(Sin fecha, día ni hora.)           

Hace ya varios años que no sé absolutamente nada de mis amigos; pero hubo una época, en que la posibilidad de volver a encontrarnos los cuatro en Brasil, era una fantasía que alimentábamos para no vernos obligados a  reconocer que nos habíamos perdido, al punto de convertirnos en adultos responsables, que habíamos madurado y envejecido hasta adaptarnos, definitivamente, al florido mundo sin ser capaces de cumplir con una sola de las tantas promesas que nos habíamos hecho. De modo que aquella fantasía se alejó definitivamente de nosotros con la misma naturalidad con la que un hombre se niega a aceptar que su vida es un completo fracaso.   

Muchas veces, cuando regreso del trabajo, luego de un día estéril y absurdo en el que me siento derrotado o, más que derrotado, perdido, colmado hasta el escándalo por el rencoroso despecho, tomo conciencia durante un instante  de que sigo viviendo de una manera equivocada, o, como diría Pavese en su agónico Oficio de vivir: “Viviendo como los hombres que más desprecié en mi juventud”. Entonces, pienso en mis amigos y releo algunos de los últimos chats que nos escribimos, como quien intenta desentrañar un mensaje cifrado, un indicio que me permita comprender dónde nos equivocamos, en qué punto del relato un lector atento habría adivinado, sin demasiado esfuerzo, que nos convertiríamos en una especie de títeres de la Commedia dell´Arte.

(Con fecha, día y hora.)

<<Tavo>>: Es rusa. De Estonia. ¡Obviamente! Espero una hija. Se llamará Nikita. ¿Nadie dice nada?

<<Lautaro>>: ¿Leí bien?

<<Tavo>>: La rusa quiere tener una hija  y yo no puedo decirle que no: hace lo que quiere conmigo. Seguramente, estará embarazada cuando lleguemos a Brasil.

<<Lautaro>>: Estás loco, Tavo.

<<Tavo>>: Sí, esta mujer me volvió loco.

<<Lautaro>>:  Sos un suicida. A medida que leía y notaba que iba en serio lo que decías, no lo podía creer. Pensé que era una joda por el nombre. ¿Cuántos años tiene? ¿Dónde se conocieron? Tirá datos, Iopas, querido. Nikita… ¡Estás loco!

<<Tavo>>: La conocí en el gimnasio donde hago pesas. Estamos juntos desde el jueves pasado. ¡Amor a primera vista! Tiene 37 años y un cuerpo de actriz porno. De esa miel, no comen las hormigas.

<<Lautaro>>: Mandá fotos.

<<Tavo>>: No tengo. Tendré que hacer.

<<Lautaro>>: A mí me parece que está bien, Tavo. Brasil es el país más adecuado para formar una familia. Yo creo que deberías tener tres o cuatro hijos.

<<Chico>>: Empieza una vida nueva en Brasil con una eslovaca.

<<Tavo>>: ¡Es de Estonia! No haré solo uno. No soy como Lautaro. ¡No tengo su experiencia!

<<Chico: Está todo explicado, entonces. ¡Iopas tendrá un hijo!

<<Tavo>>: Ella dice que, si se concentra, hace una niña. Bueno, me voy a dormir que son las tres de la mañana.

(Con fecha,  día y hora.)

<<Lautaro>>: ¿A qué se dedica ella?

<<Tavo>>: Yoga y meditación. La verdad, es que no creo que haya trabajado nunca en su vida. Es la ex mujer de un mafioso ruso.

<<Lautaro>>: No sé si estás hablando en serio o es todo joda.

<<Tavo: Tan en serio como que me dicen “Iopas”.

<<Lautaro>>: ¿Cuáles son tus planes ahí, en Italia? ¿Terminaste el divorcio? ¿Cuándo vas para Brasil?

<<Tavo>>: En la vida de Iopas, todo es posible

<<Lautaro>>: Lo sé. ¿Y, a ella, pensás que le va a gustar Bahía?

<<Tavo>>: Estoy legalmente separado. El divorcio, dentro de tres años, por ley. Sí, voy para Bahía.

<<Lautaro>>: Me estoy acordando de la borrachera que nos agarramos en Treviso. ¡Cómo cambia todo, carajo!

<<Tavo>>: Sí, le va a gustar. Además, no tiene opción. Si el marido la encuentra, le pega un tiro en la cabeza.

<<Lautaro>>: Todo esto es muy de película. Usted sería una especie de Bruce Willis: chiquito y rojo.

<<Tavo>>: Mi vida es así: soy un duro.

<<Lautaro>>: Lo de la hija me dejó en shock.

<<Chico>>: Jájá… Sí. Un Bruce Willis comunista.

<<Tavo>>: Alguien me tendrá que mantener cuando sea viejo. Hablo en serio: tengo miedo de quedarme solo cuando sea viejo.

<<Chico>>: Sí, es un tema. Aunque, como vamos a estar todos en Bahía. Al final, ninguno va a estar solo. Lautaro también va a terminar en Bahía. Él todavía no lo sabe; pero yo sí.

<<Tavo>>: Esperemos que así sea, Chico. ¿Me puede mandar unas cajas de Viagra por correo?

Lautaro>>: Ya  quisiera; pero no puedo.

<<Tavo>>: Más adelante podrás.

<<Chico>>: Seguro.

<<Tavo>>: Necesito las cajas de Viagra. ¡La rusa es muy exigente!

<<Chico>>: ¿En serio, Iopas, querés que te mande?

Tavo>>: Sí. Es importantísimo.

<<Chico>>: Bueno, mañana compro y te mando.

<<Tavo>>: Mandámelas sin la caja. Dentro de un CD o escondidas de alguna forma. Las más potentes: 50 ó 100 mg.

<<Chico>>: Sí.

<<Tavo: Te mando la guita por Wester Union o transferencia bancaria.

<<Chico>>: Bueno, haceme acordar mañana.

(Sin fecha, día ni hora.)

Éramos muy jóvenes y teníamos la extraordinaria virtud de no tomarnos en serio, tal vez, por eso vivíamos como si realmente hubiéramos estado destinados a grandes cosas. No duró mucho, naturalmente, pronto nos convertimos en una orquesta desafinada, cada uno tocando a su ritmo por querer salvarse de algún modo, desesperada y egoístamente; madera, metales y arcos dándole la espalda al oboe, tan seguros que arrasamos, incluso, con el gran director de orquesta, en quien, por otra parte, ninguno de los cuatro creía. Sea cual fuera el destino que nos esperaba, dependía exclusivamente de nosotros, o eso creíamos al menos: ninguno podía imaginar todavía que, cuanto más nos alejáramos, más rápidamente nos acercaríamos a lo que, inevitablemente,  iba a ocurrir.    

(Con fecha día y hora.)

<<Tavo: ¿Cómo fue la cosa, Chico?  ¿Por qué volviste con tu mujer?

<<Chico: Es largo. Ya te contaré cuando nos veamos en diciembre

<<Tavo: Hiciste bien en volver. Entonces conocerás a Rita. Pasaremos Navidad en familia.

<<Lautaro: ¿Habla español Rita?

<<Tavo: Todavía no. Habla estonio. Ruso. Y algo de italiano e inglés. Así que hablaremos en ruso.

<<Chico: ¿Ya está embarazada o es un proyecto?

<<Tavo: Si no está ya, lo hará en unos meses. Ahora está en Estonia. Yo voy para allá en un mes, cuando termine el contrato de laburo en la escuela.

<<Lautaro: Me hacés acordar a Darley, el personaje del “Cuarteto de Alejandríia”. ¡Qué grande!

<<Tavo: Es cierto, “mi Justine”. Tiene un hijo de 12 años con el mafioso. Ahora fue a verlo: lo hace a escondidas en casa de sus suegros para que el marido no la mate.

<<Chico: Me queda una frase en la cabeza: hablaremos en ruso.

<<Tavo: Empiecen a practicar.

<<Chico: ¡Qué maestro, Iopas! ¡Cómo nos encuentra el destino!, ¿no es cierto, muchachos?

<<Tavo: Al final, todos los caminos conducen a Bahía.

<<Lautaro: Es increíble. Me imagino a los tres en Itapuá, mientras nuestras chicas hablan en ruso, portugués y español. Nosotros tomamos una Skoll mientras recordamos la noche en que el profesor de literatura le propuso abrir las puertas a Iopas. Quería decirles que lo vi al Negro, fuimos a tomar una cerveza.

<<Tavo: El hijo vive con el padre. Tranquilo. Y no cambies la historia, Lautaro, que fue a vos que te preguntó si habías abierto la puerta del deseo. Contanos de Juan.

<<Lautaro: Está gordo y sigue en el mismo trabajo.

<<Tavo: Hizo carrera… ¿Y no enseña?

<<Lautaro: No, nada. Se está por ir a vivir con una chica. Tiene una amante pendeja que trabaja en Zappi.

<<Tavo: ¡Qué tipo, estudió al pedo! ¿Pero se recibió?

<<Lautaro: Si, le costó mucho recibirse. La profesora de Filosofía no lo quería, ¿te acordás?

(Sin fecha, día ni hora.)

 Y, sin embargo, hay amigos a los que uno ya no quisiera volver a ver nunca más. Ya no te causa ninguna gracia pensar que podrían recurrir nuevamente a vos en caso de encontrarse en apuros, la mera mención de un nombre todavía se impone con ferocidad sobre el recuerdo de cosas que querés olvidar o negás; quizá, porque saben demasiado de vos –o vos de ellos–, te resulta imposible conciliar el presente con lo que fuiste o hubieras deseado ser, sin sentirte un poco avergonzado de vos mismo.

 Algo similar sucede con el comienzo de un noviazgo, el pasado estorba y nadie duda en realizar algunos cambios antes de que la historia se imponga como parte de la mitología de la relación. Así ocurre que, en la comodidad de su enamoramiento, la pareja es asaltada por uno de sus integrantes: uno le arrebata al otro una parte de su vida para mejorar la suya y así reconciliarse a medias con un pasado que, en el mejor de los casos, avergüenza o causa dolor, un dolor imaginario, naturalmente, para el otro.

 Siempre nos avergonzamos un poco de lo que fuimos y un noviazgo nunca se presenta sin antes dar la ilusión de reforma de uno mismo. En silencio y por distintas razones, se elucubra un sutil desdibujamiento de lugares y fechas, o directamente, se traza una suave pincelada de olvido sobre el lienzo de todo aquello que se dijo durante la primera cita y resultó imposible sostener en el tiempo. Si bien es cierto, también, que hay personas que se construyen una imagen propia del otro, que lo despojan de sus verdaderas intenciones y pretenden verlos comportarse tal cual como ellos lo imaginaron para, luego, hacer uso libremente de esa imagen retórica que se llama “decepción”.

Pero, volviendo al tema de los amigos, no querés imaginar que un día podrían volver a irrumpir en tu vida y, con toda la fuerza que tiene la fatalidad, desparramar como un reguero de pólvora ese instante preciso por el cual decidiste alejarte de ellos –o ellos de vos-,  si al fin y al cabo, ahora, ya no tienen nada en común salvo esa etapa de sus vidas que dejaste atrás y que, por nada del mundo, querrías recuperar. O, acaso, sólo en forma de relato y, siempre, bajo la condición de poder mejorarlo a nuestro antojo, como solés hacer en presencia de todos esos nuevos amigos tuyos que se divierten y ríen llenando tu vaso de cerveza porque no pueden contradecirte ni, mucho menos, sospechar que durante años mejoraste a tu favor la historia.

(Con fecha, día y hora.)

<<Tavo: Muchachos, se hizo el test. ¡Está embarazada! El problema, ahora, es saber si es mío. Cogemos desde el viernes por la noche. Según ustedes, ¿puede ser un verdadero heredero de Iopas? Por favor, amigos,  ayúdenme con seriedad.

<<Chico: ¿Por qué no lo sería, Iopas, si la mina está con usted? En serio, le pregunto. De todas formas, si está en duda, después se hacen el análisis.

<<Tavo: Sí, sólo que me sorprende la velocidad.

<<Chico: ¿Cómo puede darle positivo tan rápido? Hace una semana que cogen, ¿no?

<<Tavo: Ése es el punto. No sea que ya  estuviera embarazada…

<<Chico: ¡Uh… Iopas, ¡es verdad! Es muy rápido, creo que no se puede. El examen no da los resultados tan rápido.

<<Tavo: En Internet, encontré que el test  funciona luego de seis  a ocho días; lo que quiere decir que la dejé embarazada entre sábado y domingo. Es un poco raro.

<<Chico: Y, sí, puede ser, ¿óomo no? Hay que partir de ahí… Creo que no va a quedar otra que hacerse el test. Ella tiene que querer. Si no quiere, es por algo. Tienen que aceptar que recién se conocen. Hay en su relación una desconfianza básica normal.

<<Tavo: Y, bueno, esperemos. Al menos, que no salga negro. O no me va a creer que soy el padre.

<<Chico: Es tuyo, Iopas. “Bem vindo” al club de los suicidas.

<<Tavo: Extrañamente, me siento bien.

<<Lautaro: Todo muy veloz. Esto no me da tiempo para asimilar.

<<Tavo: Ni a mí…

<<Chico: La otra es que no te importe nada y lo asumas. Y más adelante lo hacen. Es bueno saber si es tuyo legalmente. Aunque hayas generado un vínculo con tu hijo. Ese vínculo es bueno y ya queda.

<<Tavo: Sí, más que nada para no tener que pasarle los alimentos si nos separamos.

<<Lautaro: No me cierran las fechas.

<<Tavo: El sábado todo el día cogiendo con Viagra y sin forro… Hoy es una semana, ¿puede ser?

<<Lautaro: Yo siempre pensé que usted tenía los espermas muy débiles. ¿Habrán sido los anabólicos del Gym?

<<Tavo: Jájájáj…

<<Lautaro: Si es así, hay que patentarlos y ponemos una clínica.

<<Tavo: Entonces, la rusa me está enroscando la víbora.

<<Lautaro: ¿Cómo se llamaría la clínica?

<<Tavo: Clínica de fecundación asistida “Iopas, el rojo”.

<<Chico: Fecundación in carnem.

<<Lautaro: Si usted cree en dios, puede ser.

<<Tavo: Me cagué la vida.

<<Chico: Dios es omnipotente.

<<Tavo: Esto no me pasaba cuando estaba casado y montando toldos en Treviso.

<<Lautaro: Cuando puedas, pasame el nombre de los anabólicos.

Chico: ¿Por qué se cagó la vida?

<<Tavo: Creo que Iopas es omnipotente. Ergo: Iopas es Dios. Otra explicación no hay. No. ¡Yo asumo la responsabilidad!

<<Lautaro: No se cagó la vida. Sólo perdió la libertad y envejecerá quince años en un mes.

<<Tavo: Jájájá.

<<Chico: Fuera de eso, es lindo…

<<Tavo: ¿Y si nace negro? La rajo de casa.

<<Chico: Está jugado, Iopas. Volvé al ajedrez y sacátelo de la cabeza. Ahora viene un paréntesis de nueve meses. Concentrate en Brasil.

<<Tavo: Si, tiene razón. Haré eso. ¡Oh… Brasil, viejo y querido…!

(Con fecha, día y hora.)

<<Tavo: ¡Estas cosas no me pasaban cuando era pendejo! Es la edad, acabo de cumplir 38. Sin el Viagra no las vuelvo locas a las minas… Chico, contame qué pasó con tu amante.

<<Chico: Ya te contaré. Fue muy duro y triste.

<<Tavo: Adelantame algo.

<<Lautaro: La verdad, Iopas, no sé qué tendrá esa mina para hacerle hacer lo que hará… Por lo menos, debe tener cuatro tetas.

<<Tavo: No sé qué tiene esta mina; pero logra hacer lo que quiere conmigo. ¡Estoy perdido!

<<<<Chico: ¡Qué maestro, qué sinceridad!

<<Tavo: La única solución para esto es pensar como Lautaro, ¡que es inmune!

<<Lautaro: Yo creo que Iopas no tiene idea de lo que le espera. No soy inmune. Lo mío es un grado de inconsciencia crónica.

<<Tavo: Yo quiero ser como usted, hermano, es por eso que me dejo llevar por la corriente. ¡Víctima y victimario en una sola persona!

<<Lautaro: Ya no la aguanto más. Anoche se puso como loca porque invité a unos amigos a una la pelea de box y nos pasamos un poco de copas.

<<Tavo: ¡Qué hijo de puta!

<<Lautaro: Tenía ganas de salir a la calle y pelearme con un colectivero de Berazategui para que me diera una paliza.

<<Tavo: Está bien, que pague el precio de tener un marido como vos.

<<Chico: ¿Por qué es un  hijo de puta?

<<Lautaro: ¿Para que me rompa las pelotas?

<<Chico: ¡Qué mejor para una esposa que eso!

<<Tavo: En el buen sentido, hijo de puta.

<<Chico: Tener a un marido en casa un sábado a la noche con los amigos ahí…

<<Lautaro: ¡No aguanto más, muchachos.

<<Tavo: ¡No sea llorón, enséñele lo que es un hombre! Es la mejor venganza y la mejor liberación. Estoy seguro de que en un par de años te paga para que te vayas.

<<Chico: Me acabo de tomar un paracetamol en seco. Esto es una fiesta.

<<Lautaro: ¡Como volverá a ser en breve en Bahía!

<<Chico: Falta el Negro.

(Con fecha, día y hora.)

<<Tavo: Estamos en el limbo de una realidad que no pertenece a este tiempo. Estamos en una mesa de bar cerca de la facultad. Un bar que ya no existe.

<<Chico: Me gusta la idea del limbo. Llego al bar y lo encuentro a Iopas haciendo estadísticas para poder ganar 20 pesos  a la Lotería… ¡Qué época!

<<Tavo: Para pagarme el piercing.

<<Chico: Ayer me acordaba de la martingala: apostar a rojo o negro el doble de lo que se pierda.

<<Lautaro: ¿Cómo era eso? No me acuerdo.

<<Chico: Hasta salir ganando. Todo era estadística y tenía sentido.

<<Tavo: Pero, ojo, que hay que tener resto para aguantar a que salga.

<<Lautaro: El dinero no era solo para el piercing. Había que hacerle un regalo a las chicas.

<<Tavo: ¡Qué tiempos aquellos! Lautaro, tenés que escribir mis memorias. “Memorias de un Iopas”.

<<Chico: “Consejos de un Iopas”.

<<Tavo: Eran buenos consejos.

<<Lautaro: De ley. Me acuerdo cuando me aconsejó que había que comprarles un osito de peluche a las chicas. ¿Qué te cuesta? Cinco pesos… Y ellas quedan contentas.

<<Chico: ¡Qué maestro! ¡Jájájá …! ¡Si le estoy viendo la cara!

<<Lautaro: Ya lo veo pasar por la ventana del bar, abrazado a una dominicana. Ella con su osito de peluche, y Iopas de perfil, media sonrisa, gesto ladino.

<<Chico: Esas cosas te las decía bajito, medio al oído y con una sonrisa maldita.

<<Lauraro: Lo peor era cuando te miraba frente a otros. Sonriendo.

<<Chico: ¡Jájájá!  Exacto, esa es la palabra. Sonrisa ladina.

<<Lautaro: Te miraba para incomodarte.

<<Chico: Sí, y te miraba mientras el otro hablaba. Vos no sabías qué hacer para que el otro no se diera cuenta. Siempre se daba cuenta al final, y el que queda mal eras vos.

<<Lautaro: Iopas te aconsejaba comer chocolate antes de coger. Cuando estaba con la Cobayo, me agarré una indisposición. 

<<Chico: Sí, la del chocolate me la acuerdo.

<<Tavo: ¡La Cobayo! ¡Qué tetas que tenía!

<<Chico: ¿Cuál era La Cobayo?

<<Lautaro: Una morocha que se sentaba conmigo en Hispanoamericana.

<<Chico: A mí me gustaba la rubia que le metió el termómetro en el culo.

<<Lautaro: ¿Cómo fue eso?

<<Tavo: ¿Quién era?

<<Chico: ¿No se acuerdan? Estaba buena, te había mandado el dedo, Iopas. Después lo hablamos en el bar y al Negro medio que no le gustó.

<<Lautaro: Porque siempre fue un pibe de barrio. Creo que ahí empezó a intuir que algo raro había en nosotros.

<<Chico: Hizo un gesto que mezclaba vergüenza y reprobación, mirando debajo de la mesa. Ese día yo confesé que mi novia también me había mandado un dedo.

<<Lautaro: Puso cara de asco pero se rio entre dientes.

<<Chico: Usted, Lautaro, se hizo el sota, mandó un par de chistes y se tiró a la banquina, ¡pero no abrió el juego!

<<Tavo: Sí, me acuerdo, estaba más loca que una cabra, Marina se llamaba. Lo del dedo no me gustó mucho, pero cuando me metió la lengua, sí.

<<Lautaro: Es cierto, no abrí el juego. El Negro anotaba algo en su agenda

<<Tavo: ¡Jájájájá!

<<Chico: Está bien, amigo, pasaron los años, no hace falta que aclare nada.

<<Tavo: Ahora me gusta hacerme coger por pendejos de no más de 20 años en los baños de las discotecas.

<<Chico: Ya lo haremos en Bahía.

(Sin fecha, día ni hora.)

 Si bien es cierto, también, que hay personas que se construyen una imagen propia del otro, que lo despojan de sus verdaderas intenciones y pretenden verlos comportarse tal cual como ellos lo imaginaron para luego hacer un uso despótico de la decepción. Ahora no querés imaginar que un día podrían volver a irrumpir en tu vida y, con toda la fuerza que tiene la fatalidad, desparramar como un reguero de pólvora el instante preciso por el cual decidiste alejarte de ellos –o ellos de vos-,  si al fin y al cabo, ahora ya no tienen nada en común salvo esa etapa de sus vidas que dejaste atrás y que, por nada del mundo, quisieras  recuperar. O, acaso, sólo en forma de relato y siempre bajo la condición de poder mejorarlo a nuestro antojo, como solés hacer en presencia de todos esos  nuevos amigos tuyos, que se divierten y ríen llenando tu vaso de cerveza porque no pueden contradecirte ni, mucho menos, sospechar  que durante años  mejoraste a tu favor la historia. 

Sebastián Basualdo es escritor y periodista. Publicó  La mujer que me llora por dentro (cuentos) y Fiel (cuentos), Cuando te vi caer, novela finalista del premio Planeta-Emecé  (4ed, 2022 Hojas del sur) y por el sello Colombiano Babilonia (2018), Mañana solo habrá pasado ( cuentos). Fundó y dirigió la revista literaria Los inútiles de siempre. Todos los niños mienten (novela) saldrá próximamente en el sello Emecé, Planeta. Y La intimidad del fracaso (poemas reunidos. Hojas del sur)