Si tuviese que describir lo que me genera el 2 de Abril, honestamente el análisis sería un poco parco. Si me oriento desde lo histórico daría datos que todos ya conocemos, por lo que difícilmente podría aportar informaciones que nos permitan producir nuevas interpretaciones. Pero si puedo partir de unas reflexiones personales, basadas en mi trayectoria, encuentro motivos quizás más interesantes y que podrían abrir aristas, como mínimo, para un buen debate.
En mis 32 años no logro encontrar un recuerdo nítido de un acto por el 2 de Abril, ni siquiera en el jardín o en la escuela primaria. Y no resulta ilógico, ya que en el santoral de efemérides argentinas las que se ocupan de construir el sentimiento de nacionalidad e idealidad patriótica son aquellas gestas del siglo XIX a las que sujetos como Mitre supieron, muy sabiamente, darle el carácter mítico de fundantes. Pienso hacia atrás y recuerdo actos de otras fechas: los disfraces, los himnos, los padres con cámaras y los docentes nerviosos por la mirada inquisidora de los directivos. Había un aire festivo y al mismo tiempo de orgullo. Pero el 2 de Abril (al igual que el 24 de Marzo) nunca contó con ese ánimo, que siempre es más bien de carácter reflexivo y, a veces, incómodo.
Tendría que buscar en mi adolescencia temprana para encontrar el recuerdo de mi madre hablándome de la guerra de Malvinas en una mesa de almuerzo. Alguna vez, con angustia y desazón, me contó cómo ella, a una edad cercana a la mía, vivió la guerra. Me habló del pedido de colaboración para los “Jóvenes soldados”: colaboración que según ella eran chocolates y dulces, también cartas y mensajes motivadores para que lucharan con mayor tenacidad y nos devolvieran las islas. Mi abuelo llevaba religiosamente una vez por semana las colectas que iban para nuestros patriotas, y según mi madre y como ya todos hemos oído, nunca llegaron.
Hay un recuerdo importante. Yo transitaba el polimodal y se sorteaba un par de entradas de cine. Tuve la suerte de ser el ganador, pero como no tenía con quien ir y la función era especial, fui con mi madre. La película en cuestión se llamaba “Iluminados por el fuego” y la protagonizaba Gastón Pauls, el actor treintañero de moda a principios de los dos mil. El argumento de la película era sencillo, Pauls es veterano de Malvinas y veinte años después del conflicto se entera que uno de sus compañeros de la guerra decide quitarse la vida. Eso lo lleva a restablecer un vínculo con sus colegas de antaño, hay encuentros y desencuentros varios. La película, en ese momento y ahora, invitaba a repensar la guerra de Malvinas desde la perspectiva de los supervivientes y cómo se fue construyendo en el imaginario colectivo esta fecha. Personalmente, y esto lo recuerdo con mucha precisión, la película me shockeó: me llevó a la cruel realidad de lo que había sido ese experimento geopolítico de la cúpula militar argentina en retirada. Cuando salimos del cine, mi madre se puso a llorar y yo le pregunté qué le pasaba. Me dijo que había sentido vergüenza ajena por lo que había visto.
El segundo momento que puedo traer es reciente. Lo aclaro porque soy profesor de historia y muchas veces me gusta jugar con la periodización. En los años que estudié mi carrera el eje de Malvinas nunca apareció como algo claro. Si lo tengo que buscar en los programas, trabajos y papers que he leído, no logro encontrarlo con nitidez conceptual y en muchos casos ni siquiera aparece. Creo que la historia reciente se ha ocupado de encontrar respuestas a las preguntas generadas en torno a la última dictadura militar y a los derechos humanos. Pero Malvinas aparece como un posible título de seminario o eje de la materia geografía política. Donde sí aparecen con énfasis las islas es en el streaming, muchas veces desde la perspectiva inglesa: eso me ha llamado la atención. Los actores o sucesos que hablan de la guerra mencionan a sujetos que sufrieron por haber formado parte y del uso político y la capitalización de la guerra en la Inglaterra thatcheriana. Hay un personaje de la serie Crossing Lines, un agente de la Interpol reencarnado por el actor Ray Stevenson, que oscila entre la lealtad y la corrupción. Militar retirado inglés, ha defendido los colores de su patria en varias oportunidades, lo cual le dio un currículum adecuado para estar en lo más alto de la Interpol. Este personaje tiene un secreto oscuro: en su juventud fue parte del cuerpo de paracaidistas ingleses que estuvo en Malvinas y vio en carne propia cómo muchos de sus amigos morían en una guerra que (al igual que Pauls en Iluminados por el fuego) le regalaría secuelas varios años después. Después, ¿quién no vio la cuarta temporada de The Crown y no se estremeció con el capítulo sobre Malvinas? Thatcher llega al poder en Downey Street a fines de los 70’ y lleva adelante un plan de liberalización y flexibilización económica nunca antes visto en el Reino Unido. En pleno auge del retorno a las ideas liberales y crisis del estado de bienestar, el uso político de la guerra fue utilizado como una maniobra arriesgada y sin mucha coherencia lógica. A Thatcher le sirvió, a Galtieri no.
Pero volviendo un poco a la reflexión, quisiera pararme en mi profesional actual: La docencia. Donde trabajo me han asignado que organice el acto del 2 de Abril, para los 40 años de Malvinas. Que el destino me haya topado con la organización quizás sea una casualidad, o quizás me sirva para reflexionar sobre la validez de los actos escolares como práctica pedagógica. Lo cierto es que ahora la construcción de Malvinas, o el Día del Veterano de la Guerra de Malvinas, la veo con otros ojos. Pienso en las identidades en construcción, las que están y las que estén por venir. Como hijo de la democracia reciente y del tiempo que me toca vivir, noto cómo las nuevas percepciones e interpretaciones de ese pasado lo hacen cada vez más lejano. A su vez, también encuentro nuevas Malvinas, nuevas formas de ver Malvinas y de encontrarlas en otros círculos donde me muevo. Quizás al cumplirse 40 años se revalorice mucho más la gesta patriótica, o se utilicen los discursos políticos de turno para problematizar los discursos que nos llevaron a esa guerra; o aparezcan análisis geopolíticos que puedan decirnos cuál es el papel actual de las islas en la situación global. Todo puede prestarse para eso. Allí quizás radique una nueva forma de ver esta historia.
Nicolás Mare nació en 1989 en La Plata, pero vivió toda su vida en Chivilcoy. Es profesor de Historia y estudiante de la Licenciatura en Historia por la UnLu. Dicta clases en el Nivel secundario y terciario.
Ilustración de Selva Gallegos. Serie Pinturas Blancas sobre Malvinas, 1983.