En el cierre del debate entre candidatos realizado en el canal TN, la candidata del oficialismo por la Provincia de Buenos Aires, en una suerte de alarde de memoria estadística, decidió dedicar los últimos minutos de su intervención a hablarle “a los cuatro millones treinta y cinco mil cuatrocientos sesenta y cinco bonaerenses que no fueron a votar en las PASO”. El objetivo del oficialismo, desde la derrota de septiembre, fue intentar aumentar el nivel de participación de un electorado desencantado que en esas elecciones había registrado el menor nivel de participación desde 1983.
La sustracción y la abstención resultan elementos más difíciles de interpretar que la expresión. Si en el pico del malestar y enojo del pueblo con la clase política lo que predominó fue el voto en blanco, el voto a “Clemente” o el voto impugnado, en esta ocasión una parte no menor del electorado parece haberse expresado a través de la no expresión. Acaso más apatía e indiferencia que enojo. Quizás un languidecer de los resortes que comunican a la esfera política con la sociedad. Las elecciones de ayer marcaron la más baja participación en una elección de medio término desde la vuelta de la democracia. Una participación incluso menor a la del 2001. Lo que implicó, sin embargo, casi 5 puntos más que en las PASO, en donde había participado nada más que el 66 por ciento del electorado.
El Frente de Todos perdió, a nivel nacional, más de 15 puntos en dos años. Este drenaje encuentra menos explicación en la migración de esos votos a otras fuerzas políticas que en la abstención de lxs electores. Cambiemos apenas aumentó su caudal de votos, y el crecimiento de las alternativas electorales de izquierda y derecha no alcanza a explicar la pérdida oficialista, aún cuando esperablemente aquélla haya logrado pescar en el amarronado caudal del Frente de Todos. Hace dos años, la coalición gobernante arañó los 49 puntos. Ayer estaba encallada en 33. Entre una y otra elección, hubo un 10 por ciento menos de participación. Es principalmente en esa cifra que deja estampada la ausencia en donde se debe buscar el rastro de lo perdido. Pero descifrar esas ausencias no es ya un ejercicio estadístico, sino político.
El gobierno zafó en instancia de recuperatorio. Su situación no es la de la Alianza en 2001. Pero comienza a cursar un tiempo de márgenes ceñidos. Su recupero en la provincia, “la madre de todas las batallas”, apenas alcanza a disimular no sólo las derrotas en todas las provincias más populosas sino el descenso a terceros puestos en los extremos, tanto en la cuna del kirchnerismo como en la norteña Jujuy. En esta última, la izquierda, representada por Alejandro Vilca, se alzó con el segundo puesto. Desde la tierra de Milagro Sala –aún presa-, un laburante coya llega al Congreso Nacional. Es comprensible que en algunos territorios sí se haya producido un reconocible vuelco de votos que no hallan en un peronismo demasiado “biutiful”, demasiado blanco, las raíces históricas de un movimiento latinoamericano.
Alejandro Campos es Lic. en Ciencia Política (FSOC – UBA), especializado en Comunicación, género y sexualidad (FSOC-UBA). Es profesor regular de las materias de filosofía y sociología en Instituto Peac y Comunicación y Cultura en el profesorado Hans Christian Andersen. Coordina talleres de filosofía en espacios culturales. En Instagram, @alexcsly.