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Está en juego el sentido de una época

Se vienen las PASO y hay un puñado de preguntas que pueden hilar el gran conjunto de dudas que tenemos muchos. Una de ellas es: ¿cómo interpretar a la oposición?

Las últimas semanas varios spots en las redes sociales de Juntos, sumados a algunos comentarios desafortunados en medios, dislocaron las claves de lectura de los análisis políticos. Intentar develar a la oposición desde las representaciones sociales resulta complejo, porque para armar el rompecabezas de los imaginarios de la población habría que partir tanto del entretejido global como del local. Es preciso ir un poco hacia atrás para entender algunas cuestiones: el macrismo, como germen de la actual oposición, significó una irracionalidad económica en medio de un mosaico social contradictorio que tuvo un doble movimiento: por un lado la certeza de que se sustentaba en un valor racional ausente en la lógica de su propio modelo y, por otro, la ambigüedad de los grandes medios frente a la opinión crítica de lo que sucedía.

Con el correr de los años, la gestión macrista como proyecto político, como idiosincrasia, como filosofía económica fue mutando en un misterio a la espera de cierto milagro. Ahora, la oposición parece haber perdido del todo el lenguaje y se aferra de lleno y sin tapujos al mensaje enigmático e incomprensible, en especial en redes como Tik Tok donde los dirigentes bordean el papelón. En otros ámbitos más tradicionales hacen lo de siempre: rechazar al peronismo, a su retórica, su estética, su política (aferrados siempre de una advertencia apocalíptica y el anuncio de futuras penitencias).

La pregunta, entonces, de cómo interpretar a la oposición se vuelve un interrogante que no puede ser satisfecho por un ejercicio introspectivo. Es una pregunta que tiene una impronta de urgencia presente. Diría: ¿cuáles son sus reales posicionamientos políticos, desde qué tradiciones teóricas hablan, con qué herramientas conceptuales piensan gestionar?

Porque lo que está en juego es más que una elección para elegir legisladores: está en juego el sentido de una época.

Y si ese sentido está dado por las palabras de periodistas como Asís o Jonathan Viale deberíamos, como mínimo, preocuparnos. El debate de quiénes intelectualizan y piensan una época es un debate ya anacrónico, pero qué estado de estupefacción causa, si uno rememora las labores de Rodolfo Walsh, David Viñas, Juan Gelman, García Márquez y otros, pensar en la pasmosa facilidad con que la sociedad acepta la obviedad de lo perverso por parte de periodistas, comunicadores o dirigentes en campaña.

Resignarse, como sociedad, a esa obviedad es despedirse de la utopía, de la disputa por el sentido de la sociedad. Las batallas políticas ya no se dan en el terreno de las ideas. La oposición propone una batalla donde hay un arraigo ético denso, una impronta moral donde la utopía se limita al deseo del ocaso del otro. Liberalismo político o, como lo llamó Bourdieu, ilusión epistemocéntrica: cuando toma forma el universalismo apuntalado por la buena “conciencia democrática y la creencia en los valores sagrados de la persona”. Casi un eslogan del pastor que encarna Peretti en El Reino.

Moralizar la cuestión política,  ese es el sentido. Polemizar, en suma, un puñadito de conciencias.

Deberíamos, antes de cerrar los sobres, por las dudas, persignarnos.

Andrés Pinotti es licenciado en Comunicación Social, periodista y docente: @andrespinotti en Instagram.