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Río de Janeiro, 1985. Después del éxito descomunal de Lança perfume y Eu preciso te falar, el ingeniero de sonido de ambas canciones, Renner Aomine, es el hombre del momento. La prensa lo bautiza el Quincy Jones carioca. Se rumorea que los Bee Gees quieren que viaje a Miami a producir su nuevo disco. En una entrevista televisiva, Aomine revela su secreto. Hay un nivel tímbrico en la ecualización de los agudos, dice, que utiliza en todas sus producciones y que provoca en el oyente una sensación automática de bienestar. El dato, que pasa desapercibido para la mayoría, impacta a Yanela Pinto, una investigadora de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Pinto es una neurocientífica que estudia el efecto de la cocaína en el cerebro de los adictos. Unos días después, picada por la curiosidad, le coloca unos auriculares a un voluntario de pruebas de su laboratorio y le pone las canciones producidas por Aomine mientras le realiza un escáner cerebral. Cuando llegan los resultados, Pinto experimenta una adrenalina que no volverá a sentir en toda su carrera académica. De acuerdo a los resultados, las canciones de Aomine estimulan la actividad neuronal en el núcleo accumbens, un área del cerebro involucrada en la gratificación. Pinto lo conoce bien: es la misma parte del cerebro que estimula la cocaína. Inquieta por el resultado, sale a la calle. Lo primero que escucha cuando sale de la universidad es una señora mayor, de más de setenta años, cantando en voz alta, casi a los gritos: Lança, lança perfume, oh oh oh oh, lança, lança perfume.
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Lanzada en 2007, I-Doser es una aplicación informática con una biblioteca de sonidos. Estos sonidos, según la empresa, pueden simular en la mente humana estados mentales específicos de ciertas sustancias. De hecho, el nombre de algunos de estos audios se corresponden al de varias drogas recreativas: están Marihuana, Cocaína, Opio, Éxtasis y Peyote. Según la empresa, basta con que el usuario escuche con auriculares estos sonidos para que experimente los mismos efectos que esas drogas. La tecnología de I-Doser se basa en los tonos binaurales: sonidos con una frecuencia específica que, al ser escuchados en estéreo, son percibidos por el cerebro como un sonido interno. Todo el tema de I-Doser pudo haber quedado una anécdota de internet, como el Akinator o Slenderman, hasta que salió Gates of Hades. Lanzado como el producto más potente de la compañía, Gates of Hades era también el más caro (por mucha diferencia: valía 200 dólares). Según I-Doser, si una persona escuchaba los treinta minutos que duraba Gates of Hades podía sentir cosas como miedo intenso, pesadillas, convulsiones, experiencias cercanas a la muerte. La fama de Gates of Hades empezó a crecer en internet alimentado por un challenge: vendarse los ojos y filmarse escuchándolo. La polémica saltó de internet a la televisión y ese fue el fin de Gates of Hades. I-Doser anunció que no solo lo bajaba de su catálogo, sino también que lo iban a eliminar, para que nadie más pudiera escucharlo. En algún rincón de Youtube todavía se pueden encontrar videos del Gates of Hades challenge: adolescentes con auriculares y la cara tapada gritando, convulsionando, golpeando el piso con las manos.
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En 2018, Spotify patentó un sistema de reconocimiento a través de la voz. Como Siri o Alexa, la idea es ofrecer un asistente que, a partir de la voz del usuario, puede identificar información como su nacionalidad, su género, su edad o si en ese momento está solo o acompañado. Pero no solo eso: el asistente de Spotify también puede reconocer el estado de ánimo del usuario. A partir de pistas contextuales como la entonación, la acentuación o el ritmo de la voz del usuario, el sistema puede detectar si está feliz, enojado, triste o neutral. Y la idea es que, a partir de las emociones que detecte, le sugiera al usuario una música determinada, o le arme una playlist específica para acompañar o contrarrestar esa emoción. Aunque este asistente fue anunciado como el siguiente paso de Spotify, unos meses después su lanzamiento se suspendió temporalmente. La razón fue que varios grupos de derechos civiles comenzaron a levantar la voz para señalar que esta tecnología afectaba gravemente la privacidad de los usuarios. En mayo de este año se publicó una carta abierta de la que participaron 200 músicos y bandas en la que exigían a Spotify que descartara el uso de esta tecnología. Las razones son varias y abarcan cuestiones como la privacidad, la discriminación, y los posibles efectos nocivos sobre la industria musical. Pero la razón más importante es que este asistente tendría la capacidad de manipular las emociones de los usuarios. Si tenemos en cuenta la cantidad de usuarios que tiene Spotify, este sistema tendría la capacidad potencial de alterar el estado de ánimo de 356 millones de personas. En una entrevista reciente, Daniel Ek, el CEO de Spotify, se mostró confiado en que el asistente comience a usarse en breve. Según él, escuchar música por emociones es el futuro.
Juan Ignacio Sapia nació en Lomas de Zamora pero vive en Barcelona. Escribió muchas cosas diferentes: discursos políticos, informes de marketing, botones de aplicación, reseñas de películas y monopatines eléctricos, un libro de cuentos. De vez en cuando, escribe perfiles de celebridades random en su Medium.