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Crónicas de viajes (del anotador a YouTube)

Libros vs. videos: ventas y vistas. El libro “El interior” del escritor Martín Caparrós me impulsó, a mis 19 años, a estudiar una carrera cuando eso, saber qué estudiar, era mi primera preocupación en la vida. El libro –más tarde mi biblia personal– me hizo apreciar que cada detalle guarda su lado atractivo, o que se puede contar de una forma que no resuene a copia de otros. Explorar la argentina marginada en esas páginas me abrió otros mundos. Mundos a los que ahora podemos acceder con tres o cuatro clicks, en Youtube.

Quisiera traer el caso de Fernando Ressia (@Feressia), por poner un ejemplo nacional y en auge, con un registro llano, planos sencillos, un tipo de ciudad que dejó la urbanidad y ahora vive en San Luis y recorre la provincia y los alrededores mostrando, cámara en mano, cómo vive la gente común. A principios de marzo de 2021 tenía casi 200 mil suscriptores y varios videos por encima del millón de vistas.

¿Cuántos “El interior” vendió Caparrós? Es imposible saberlo con la misma certeza que da la analítica web: se podrán conocer cantidad de ediciones por país y ventas estimadas, pero no cifras exactas. La primera edición en Argentina tuvo 12 mil ejemplares. Allá por 2006, era un título llamativo en las vidrieras de librerías, es decir, una obra bastante conocida.

Comparado con las cifras que se manejan en la web, ¿es mucho o es poco 12 mil ejemplares? Es una pregunta engañosa, porque cada lector de “El interior” seguramente invirtió semanas enteras en terminarlo. Mientras que un video de 15/18 minutos supone un modo de consumo mucho más liviano. Muy poquitos materiales de Fernando Ressia, como ejemplo de métricas, están por debajo de las 12 mil vistas.

Comparaciones posibles ¿Son modelos imposibles de comparar? A simple vista, tienen algo que los aúna. Caparrós y Ressia se criaron en el periodismo convencional y comparten la misma ambición de contar un país con historias mínimas. Los dos expresan ese afán, que es sin dudas una inversión enorme de energía. Cada cual construyó su eslogan marketinero en torno a su obra, aunque hoy haya menos pruritos en reconocerlo.

Pero rápidamente surgen diferencias si se observan aspectos como el esfuerzo de producir cada material y el precio que pagamos por accederlo.

Si miramos el recorrido de Caparrós vemos una enorme inversión de tiempo y energía: un tipo solo a bordo de su auto, a lo largo de miles de kilómetros (30 mil dicen ciertas crónicas), a veces guiado por indicaciones y otras por el instinto. Ressia en cambio viaja acompañado, ya sea por un “intendente baqueano”, un grupo de amigos o gente local.

Podría decirse que Caparrós, por su historial de haber estudiado en la Sorbona y haber escrito varios libros importantes, está obligado a mirar de manera más abarcativa. Su ojo se atreve a hacer radiografías del funcionamiento de las sociedades feudales y desiguales del norte, y asume el desafío enorme de contar sin imágenes. Eso le permite, también, más divagaciones.

En cambio, cualquier youtuber carga una mochila mucho más liviana, literal y metafórica: no necesita más que una buena cámara –o un drone, como el que incorporó Ressia en sus últimos videos– para registrar paisajes complejos en toda su totalidad. Es mucho más difícil contar un ranchito con palabras que con un celular. Y si bien el registro fílmico no abarca totalidades, su pregnancia es mayor y su facilidad de consumo lo vuelve mucho más universal. Sobre todo en audiencias muy jóvenes, nacidas con la pantalla en mano.

Monetización. Este es un problema que atraviesa plataformas y épocas. ¿Es proporcional lo que gana el comunicador con respecto a lo que el público paga por consumirlo? La pregunta es capciosa porque los modelos de negocio son bien distintos. Veamos cada caso para intentar responderlo.

El youtuber Fernando Ressia no recibe dinero de su audiencia (a excepción de lo que se le puede donar en una “gorra virtual”) sino de las suscripciones y las publicidades en YouTube. De la plataforma obtiene dos tercios de lo que invierten los anunciantes y de la cantidad de vistas. Entre 3 y 5 dólares por cada mil vistas.

Y Caparrós, se supone, obtuvo parte de las ventas de su libro; pero la realidad que muchos escritores cuentan es que, en verdad, más que dinero ganan notoriedad para los proyectos que puedan surgir satelitalmente a la publicación de su obra: talleres literarios, conferencias, etc.

En un video propio, Fernando Ressia accedió a contar cómo se sostiene. Un usuario consultó si se puede vivir bien siendo youtuber, y él respondió: “Mi canal es mediano. Gustos me doy muchos. Lo de vivir bien es relativo, trabajo haciendo lo que me gusta, todos mis días son completamente nuevos, una aventura, disfruto mucho esto de no tener que ir a una oficina todos los días ocho horas. Para mí la plata es secundaria. No necesito tener grandes fortunas para ser feliz…”.

Ressia se animó a hablar de números y señaló: “Cuando llego a un millón de vistas mensuales me pagan 500 dólares. Tengo un montón de videos muy virales que no son monetizados porque tienen temas con copyright. Pero si alguien sube todo sin copyright, con 1 millón de vistas al mes gana mil dólares”.

“Consigo ingresos porque YouTube me paga, porque ustedes ven publicidades en mis videos.  YouTube reparte la ‘tarasca’ con sus creadores. Es mucho más negocio para YouTube que para nosotros, pero no me quejo porque te da una audiencia que te permite generar ingresos de otras maneras, por ejemplo, yo consigo clientes de marketing digital”, explicó, antes de pasar un “chivo” de su emprendimiento profesional. Según Ressia, para obtener un sueldo decente hay que superar la barrera de los 200 mil suscriptores. La estadística lo posiciona muy cerca de esa meta, y lo consiguió en sólo tres años.

Conclusiones. Los dos modelos, nacidos de la misma placenta periodística, pero muy diferentes en su desarrollo y alcance, comparten elementos en común. No son muchos.

La lógica de la fama como usina de prestigio (y de ingresos) se mantiene bastante intacta. La pulsión de relatar un país los empujó al ruedo a ambos y es, en definitiva, un camino infinito. Caparrós habrá querido vender muchos libros y Ressia habrá buscado que sus videos los viera cada vez más gente: la popularidad sigue siendo tentadora. Llamar la atención de las audiencias es el anzuelo que ambos han sabido encarnar bien.

Cada producto es una expresión de su época. Solamente 15 años pasaron en el medio, entre la salida de El interior y el comienzo fuerte de Ressia en la red. De todas las diferencias ya explicadas antes, queda una, tal vez definitoria: la vigencia.

¿De quién de los dos nos vamos a acordar en 15 o 30 años? 

*Diego Dipierro estudió Comunicación, escribió en diarios y actualmente trabaja en marketing. Creó @laorilladigital.