1. El comienzo de la guerra no alteró en nada la rutina familiar: mi mamá era ama de casa y mi papá trabajaba en la empresa que construía los edificios del barrio FONAVI. Ni en nuestro círculo cercano ni entre los vecinos del barrio había personas elegibles para ir a Malvinas. Eso nos daba cierto alivio. Recuerdo los famosos comunicados con el número de orden en la voz del locutor de Canal 7, José Gómez Fuentes. Todas las tardes mirábamos el noticiero para saber las novedades. Cada día era lo mismo: estar medianamente pendientes de los flashes informativos y las cadenas nacionales.
Cuando mi papá llegaba del trabajo se sentaba en el comedor y lo primero que hacía era escuchar la radio, atento. Sintonizaba en una radio vieja a válvula, de onda corta: un sistema que permitía escuchar emisoras o frecuencias del exterior, por lo general en inglés o francés. Él me decía que en la BBC de Londres se podía saber lo que iban a hacer los ingleses. Me parecía raro que escuchara y entendiera la BBC, él no sabía inglés. Pero escuchaba con atención, acercaba su oreja a la radio y cada tanto asentía cuando el locutor exacerbaba alguna frase.
2. Puedo decir sin ningún problema que mi preocupación en esos días era el Mundial de España 82. Argentina era el campeón vigente y al equipo del 78 se le sumaban Diego Maradona y dos jóvenes que jugaban muy bien, Ramón Díaz y Juan Barbas. Ese equipo era el amplio favorito para repetir la vuelta olímpica. En la tele no pasaban nada de la preparación de la selección de Menotti, por motivo de la guerra. Aunque había un respiro: unos cortos de 2 minutos que transmitían los noticieros donde se lo veía al DT de la Selección conversando con los jugadores, paseando con esas piernas largas por el campo de entrenamiento. Menotti no solo era el técnico de la selección, era prácticamente la persona más popular del país. Tanto que a veces era objeto de humor e imitaciones en medio del tedio y el horror de la guerra. Pero siempre lo retrataban de manera positiva. Aunque yo por ese entonces no le tenía tanta simpatía, porque le había cedido la camiseta 10 a Maradona, relegando al héroe del 78: mi admirado Mario Kempes. Finalmente en ese mundial como Argentina era el último campeón jugó el partido inaugural contra Bélgica. Nos juntamos todos en la casa de mi abuelo a ver el partido, en un televisor de 20 pulgadas que quizá, si mi mente no me traiciona, era en blanco y negro. El partido fue malo, perdimos uno a cero por un gol que se comió la defensa con la complicidad del Pato Fillol . Tristeza total.
3. Por esa época detestábamos a Carlitos Casey. Casey iba conmigo al 6 B y siempre decía con cierta soberbia que su familia era inglesa . A los pocos días de comenzada la guerra, a la salida del colegio, unos cuarenta pibes “lo acompañamos” hasta su casa que quedaba a dos cuadras. En el trayecto le cantamos “que se vaya” y “el que no salta es un inglés”. Algunos lo escupieron y otros lo provocaron para pelear. Carlitos caminaba con la mirada puesta hacia adelante y no se daba vuelta. Se la bancó, no respondió jamás. Cuando llegamos a la casa, un chalet de obvio estilo inglés, Carlitos entró y nos quedamos en la puerta saltando, cantando la marcha de Malvinas y vociferando contra los ingleses. Lo hicimos varios días, era como una rutina. Pese a que seguramente se enteraron, nadie del colegio ni de la parroquia nos dijo algo. Estaba claro que la irracionalidad no era solo de Galtieri.
Raúl Zapata nació en 1971. Trabajó como periodista en los canales América, CrónicaTV y actualmente en Télam. Es un apasionado por los datos y la información. Piensa cubrir el próximo mundial de fútbol.