Truman Mag

Revista de Ideas

Pensamiento

La verdadera salvación de la resaca

“El mar cura todo”, me dijo el gordo Alan en el posto 9 de Ipanema. Por ser un domingo de 30 grados, la playa estaba repleta. Yo intentaba recuperarme de la resaca de la noche anterior y Alan, veterano de esas batallas, me dio la solución con el dedo apuntando al verde traslúcido. Tenía razón. El dolor de cabeza y el sueño se fueron en unos minutos. Aunque dos días después, a 300 metros más adentro, el mismo mar casi me traga para siempre, o eso me hizo sentir.

Tuve que caminar varios minutos con el agua baja hasta poder hacer la plancha. Un oleaje muy suave cubría una hondonada gigante, precámbrica. De un minuto a otro, tenía más de medio metro de agua por encima de mi altura. Di un salto en la arena, floté como los perros y miré para la orilla. No había guardavidas ese martes de diciembre. Tampoco gente cerca. Pero no estaba solo: una serie furiosa de pensamientos me invadió la cabeza. No iba a poder volver a mi ciudad ni ver a mi gente, porque ese monstruo me tragaba lento y parejo, el cuerpo se me cansaba y la respiración ya no era algo que pudiera controlar. Las pocas olas me daban cachetazos que me apuraban a hacer algo. Así reaccioné y enfilé el cuerpo hacia la orilla. Empecé a moverme como un animal torpe, pero eso me servía solamente para cansarme más. Me acordé de toda las clases de natación que había tomado y empecé a bracear fuerte y prolijo. Pataleé como para que no me quedara más aire adentro. Y fui aprovechando cada ola mínima que me empujara. Si no, me quedaba inerte para recuperar: un “paso” atrás y dos adelante. Ese minuto y medio se sintió como toda una vida. En un descanso tanteé el suelo y vi que por fin hacía pie. Enterré los dedos en la arena y aguanté la correntada. Cada uno de los ¿30, 50? pasos que di hasta la orilla fue más lento que el anterior. Entendí que la supervivencia es eso: terminar agotado, refugiado en lo que haya más a mano -la arena firme que damos por segura- , con eso mismo que casi te mata haciéndote cosquillas en los pies.

Diego Dipierro estudió Comunicación, escribió en diarios y actualmente trabaja en marketing. Creó @laorilladigital.